Filatov Sergey

Bueno, hola. Me llamo Serguéi Filátov. Y sí, soy pintor. Ese mismo que unta pintura sobre un lienzo e intenta convencer a todos de que no son unos garabatos, sino el «aliento de la naturaleza, congelado en la eternidad». Algo así.

¿Quién soy? En papel — un pintor paisajista ruso. Miembro de no sé qué asociación, profesor. Mis obras cuelgan en casas de gente. En algún sitio entre Moscú y Nueva York. Probablemente, en pasillos o cocinas. Allí donde puedan recordar en silencio que fuera de la ventana también hay algo, mientras tú estás embobado frente a la pantalla.

¿A qué me dedico? Pinto paisajes. A veces me salen. Dicen que transmiten paz y armonía. Bueno, o simplemente combinan bien con el sofá. Para algunos son un ancla emocional. Para otros, simplemente una mancha en la pared que no molesta. Ya me he resignado.

¿Quién necesita esto? Principalmente, gente que está cansada. Cansada de la ciudad, del ritmo de vida, de toda esta porquería pulida y de plástico. Gente que quiere un agujero de regreso en su caja de hormigón. Al bosque. Al silencio. A una especie de tranquilidad. No vienen a mí por arte. Vienen por un tranquilizante. En forma de óleo y lienzo imprimado.

¿Qué motiva a mis clientes? La soledad. Pero nadie lo admite. Todos hablan de «estética» e «inversión en arte». Pero en realidad solo quieren algo vivo en su casa. Aunque solo sea una imagen. Para despertarse no con el aullido del despertador, sino con el susurro de su propia añoranza por algo auténtico.

En quince años he pintado una montaña de lienzos. Algunos incluso se han ido a otros países. A veces la gente me escribe. Me dan las gracias. Dicen que algún charco o campo mío les recuerda a algo bueno. Que mi amanecer se convirtió en el suyo. Que encontraron cinco minutos de paz mirando mi trabajo. Para ellos es un ritual.

¿Mi misión? Suena pretencioso, pero creo que la naturaleza es lo último honesto que nos queda. No miente. No finge. Cuando pinto, intento captar ese estado. Algo escurridizo. Cuando la espátula raspa el lienzo, parece que por un segundo puedes detener todo este puto circo y ser simplemente parte de algo más grande. Sin tonterías. Quizás eso sea lo poco que puedo ofrecer. Un recordatorio: la vida no está solo en este infierno. También está ahí, fuera de la ventana.

Si de repente las cosas se ponen demasiado difíciles y quieres un pedacito de ese silencio en un marco — será un placer.