Era como un espejismo en el desierto, elegante, esquiva, envuelta en una ligera bruma de misterio. Su nombre, como su pasado, seguía siendo un misterio, susurrado en el lenguaje de los rumores y las indirectas. Todos percibían su poder y atractivo, como un relámpago en el cielo nocturno.
Se movía con la gracia de un gato salvaje, suave y delicadamente, cada gesto refinado y preciso. Su ropa, siempre impecable, enfatizaba la fragilidad de su figura y el misterio de su naturaleza. Las telas, como el susurro del viento, la envolvían, ocultando pero sin ocultar.
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Moscow
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