El cielo sobre la Laguna Azul comenzó a aclararse, perdiendo su azul nocturno. Al principio aparecieron unas finas rayas de color rosa, casi transparentes, como si alguien hubiera dibujado un pincel invisible en el horizonte. Poco a poco fueron ganando intensidad hasta convertirse en trazos brillantes y ardientes. El agua azul oscuro de la laguna, todavía fresca por la noche, reflejaba este espectáculo celestial, que parecía oro fundido.
A medida que el sol ascendía, los tonos rosados se tornaron anaranjados y luego amarillo dorado. El agua de la laguna, como si cobrara vida, comenzó a jugar con todos los colores del arcoíris. Los rayos del sol, reflejados en su superficie, se esparcían por la orilla, haciendo cosquillas en la arena y en las hojas verde oscuro de los árboles que se inclinaban sobre el agua.
Había una ligera niebla en el aire, iluminada por el sol naciente, creando la impresión de irrealidad, de un cuento de hadas de lo que estaba sucediendo. El silencio, roto únicamente por el susurro de las hojas y el suave chapoteo de las olas, hizo que este momento fuera aún más mágico.
El amanecer en la Laguna Azul es más que el cambio del día a la noche. Esta es una transformación mágica, impresionante en su belleza y armonía. Es un recordatorio de que cada nuevo día trae consigo la posibilidad de milagros, nueva esperanza y nueva belleza.
Ubicación de la imagen:
Moscow
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