Ante mis ojos se extiende un mar infinito de color rojo: un campo enorme, completamente sembrado de cabezas de amapolas de color escarlata. Parecería imposible imaginar tal abundancia de un solo color, pero aquí reina supremo.
Cada flor de amapola es frágil y delicada, con pétalos finos, casi transparentes, que parecen terciopelo al tacto. Pero su incontable multitud se funde en un conjunto único y pulsante.
El campo vive y respira con el viento. Las amapolas se balancean, se doblan y parece que toda esta ola roja rueda bajo las ráfagas de aire, creando un movimiento hipnótico. El rojo brillante de los pétalos contrasta con el verde intenso de los tallos y las hojas, y por encima de todo este esplendor a menudo hay un cielo azul, que añade otro tono puro y brillante.
Un campo de amapolas rojas es una vista solemne y pacífica a la vez, llena del brillo de la vida y la tranquila belleza de la naturaleza. Esta es una pintura que te hace detenerte y simplemente contemplar este increíble derroche de colores.
Ubicación de la imagen:
Moscow
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