Una pequeña bailarina se encuentra bajo los rayos de luz que caen sobre el piso pulido del estudio. Su diminuta figura está vestida con un tutú con forma de nube y zapatillas de punta de color rosa pálido que todavía parecen un poco grandes para ella. El cabello está cuidadosamente recogido en un moño apretado, revelando un cuello delgado y elegante.
Hay concentración y sueño en sus ojos. Ella levanta los brazos como alas de mariposa y comienza su paso. Cada movimiento es ligero, aunque no siempre perfectamente preciso, pero ya lleno de gracia futura. Ella intenta, repitiendo después del maestro, estirándose, equilibrándose, sintiendo la música con todo su ser. Para ella, esto no es sólo un ejercicio, sino una magia en la que se convierte en un cisne, un hada o una princesa.
La mirada de la muchacha se dirige hacia algún lugar a lo lejos, más allá de las paredes de la sala, hacia el mundo en el que las primeras bailarinas giran en el gran escenario. Cada pirueta, cada movimiento de su mano es un paso hacia su sueño. Y aunque sus piernas estén cansadas y le duela la espalda por el entrenamiento, la sonrisa nunca abandona su rostro, porque es una bailarina, y su baile apenas comienza.
Ubicación de la imagen:
Moscow
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