En el aire frío y helado, cuando los árboles están desnudos, como estrictas líneas gráficas contra el cielo gris, y la primera nieve ha cubierto el suelo, aparece él: el camachuelo pechirrojo. Es un auténtico presagio del invierno, una chispa viva y brillante en un paisaje apagado.
Es imposible confundirlos: los machos lucen un pecho de color escarlata increíblemente brillante, que contrasta con una elegante "gorra" negra en la cabeza y alas oscuras con notables rayas blancas. Su espalda es de color gris, lo que sólo enfatiza la riqueza del rojo. Las hembras son más modestas, su pecho tiene un tono gris rosado más delicado, pero también tienen la misma forma elegante y patrón de alas.
Los camachuelos se mantienen en pequeñas bandadas, volando silenciosamente de rama en rama. No son quisquillosos como los gorriones, ni ruidosos como las urracas. A menudo se los puede ver en arbustos de serbal o viburnum, donde se dan un festín de bayas congeladas, picoteando metódicamente las semillas y descartando la pulpa. Su silbido melódico, ligeramente melancólico, similar a un "uf-uf", se transmite en el silencio de un bosque o parque invernal, añadiéndole una atmósfera especial.
El Camachuelo Pechirrojo no es solo un ave, es un símbolo de resiliencia y belleza, un recordatorio de que incluso en las condiciones más duras, la naturaleza encuentra formas de deleitarnos con colores brillantes y armonía tranquila. Es una postal viviente, que presagia las heladas inminentes y envuelve al mundo en un manto blanco.
Ubicación de la imagen:
Moscow
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